
Una entrevista con el pastor Manuel López Franco.
Xosé Manuel López Franco nació en O’Grove, provincia de Pontevedra, Galicia, pero reside en Almuñécar, provincia de Granada en Andalucía, con su esposa Alba y su hijo, Teo. En esta localidad de la costa granadina pastorea la Iglesia Evangélica Reformada, una iglesia que el Señor ha tenido a bien levantar con el esfuerzo misionero de nuestro estimado colaborador Xosé Manuel, responsable en todo el proceso de plantación de la iglesia desde sus inicios en el año 2003. En aquel tiempo, se reunía un pequeño grupo de señoras en un piso, desde el que se mudaron al primer local de la congregación, un pequeño garaje, para años después pasar al actual local, ya en pleno centro de la ciudad.
Como Manuel nos cuenta, la plantación de iglesias no es otra cosa que la misma obra de extensión del Evangelio; un deber, una obligación, un mandato, y un enorme privilegio. Esta predicación del Evangelio tiene como fin la conversión e integración de los nuevos creyentes en las iglesias locales, y en donde no las hay, es necesario plantarlas. Allí los creyentes se congregarán con los hermanos cumpliendo el mandamiento de Dios (Heb 10:24-25) para escuchar la Palabra, crecer en su conocimiento, y adorar a Dios, tener comunión con otros hermanos, ocuparse en hacer discípulos y edificarse mutuamente en la fe, el amor, y las buenas obras (Mt 28:19-20, 1 Tes 5:11).
Sin embargo, la obra de plantación, que lleva a cabo el Señor por medio de sus siervos, es una tarea esforzada, costosa, lenta, difícil, y sujeta a múltiples retos y obstáculos, como nos explicará nuestro colaborador a continuación:
- Antes de comenzar con las preguntas sobre la plantación, ¿Podrías contarnos tu testimonio?
Conocí al Señor con 22 años. Estaba atravesando una crisis personal y unos jóvenes creyentes me ayudaron y predicaron. Me parecieron auténticos y sin doblez. El amor y compromiso que profesaban al Señor me impactó y comencé a leer con cierto interés el Nuevo Testamento. En unos pocos meses, mi vida había cambiado radicalmente. Serví al Señor primeramente como responsable en una granja para la desintoxicación y rehabilitación de personas con problemas de drogas y alcoholismo en Valladolid. Después empecé a asistir a la Iglesia Evangélica de Hermanos “Ebenezer” en mi localidad natal, O´Grove (Pontevedra), en la que colaboraba en lo que podía y se me pedía, también con la predicación y visitación junto al pastor D. Amador Mariño. Unos años más tarde me fui a estudiar y vivir en Madrid. Tras cuatro años allí, me gradué en Sefovan, un seminario inter-denominacional, para después estudiar una año más en el Reino Unido, en la “School of Theological Studies”, perteneciente a la Misión: Fraternidad Misionera Europea (EMF).
- ¿Qué sucedió después? ¿Saliste inmediatamente a la obra?
No, tuvieron que pasar algunos años. Cuando terminé mis estudios, volví a Galicia para trabajar en el negocio familiar. Estaba orando a fin de poder servir al Señor a tiempo completo cuando recibí una llamada de Manuel Padilla, misionero norteamericano de origen puertorriqueño que trabajaba con Misión para el Mundo (MTW). Yo había asistido junto a él a la Iglesia Cristiana Reformada en Vallecas, que pastoreaban los Segovia, padre e hijo, colaborando con la misma, y ayudando a Manuel en la plantación de una nueva iglesia en Getafe. Aproximadamente cuatro años después de haber finalizado mis estudios y tras doce meses de conversaciones con él, y el consejo de la Iglesia Cristiana Evangélica Reformada “Sión” de Málaga, formado por los pastores Francisco Paéz y José Ramón Boxó, acepté el llamado para trabajar en la plantación de una nueva iglesia en la localidad granadina de Almuñécar, de la cual soy pastor desde el año 2003, año en el que fui ordenado al ministerio. Cuando llegué a esta localidad, solo había un grupito de señoras que se reunían en un piso para escuchar el evangelio. Cuatro meses después alquilamos local, un pequeño garaje que reformamos.
- ¿Cómo es de importante la plantación de iglesias dentro de la Obra?
Para mí la plantación de nuevas iglesias y la extensión del evangelio es un deber, una obligación, un mandato, pero sobre todo un privilegio (Mateo 28:19-20). La predicación del evangelio tiene que tener como objetivo la conversión, e integración de los nuevos creyentes en las iglesias locales. Por lo tanto, donde no hay iglesia, ésta necesita ser plantada. En círculos reformados, a mi entender, se ha descuidado y menospreciado esta labor. Quizás porque algunas iglesias rozan el hiper-calvinismo, y otras por un casi inexistente énfasis en la evangelización. A esto debemos añadir que a menudo las misiones envían personas al campo misionero que no podrían ser pastores en sus países, pues no alcanzan los estándares allí, y para los cuales el campo misionero se convierte en la única alternativa de salir a la obra. Esto, claro, no ayuda nada en el terreno. Por si fuera poco, habría que añadir los planes a corto plazo y las expectativas irreales de ver establecidas nuevas iglesias en solo unos pocos años, y que acaban por quemar a los misioneros y gastar miles de dólares para nada. Creo que sería más sabio y económico apoyar nacionales, llamados por el Señor a hacer esta obra.
- ¿Te consideras un evangelista?
Bueno, en ocasiones he escuchado al referirse a mí: ¡Es un evangelista! Ya me gustaría, pero desgraciadamente no lo soy. ¡Eso sí! hago obra de evangelista (2 Tim.4:5). Este es otro de los problemas a mi entender. La evangelización está subestimada, y hablamos de la obra editorial y la publicación de libros, como si esto fuese sinónimo de evangelización. En nuestros círculos el evangelista es el último de la lista: no parece tener demasiados conocimientos, no es un intelectual, no es un teólogo, tiene pasión y corazón, pero eso es todo. ¿Qué dirían de esto, los grandes predicadores y evangelistas reformados de los avivamientos?
- ¿Qué papel desempeñaría en la plantación la predicación del evangelio en las calles y otros lugares públicos?
En primer lugar, no se puede establecer una iglesia sin predicación del evangelio. El evangelio debe ser predicado dentro de la iglesia y fuera de la iglesia: dentro de la iglesia tanto la predicación como la enseñanza deberían ser expositivas; fuera de la iglesia, el obrero tiene que ser creativo para buscar formas por las cuales pueda establecer puentes, hacer contactos y tener relaciones, a fin de comunicar las buenas noticias. Yo he hecho de casi todo y sigo abierto a experimentar otras vías, siempre que no entren en contradicción con la Palabra. En mi tiempo como estudiante llegué a predicar más de una vez en la Puerta del Sol, junto a José de Segovia, su padre, Manuel Padilla y otros. Allí mismo también aprendí a hacer tablero con hermanos de Misión Urbana.
En Almuñécar he hecho muchas otras actividades. Admiro a cualquiera que tiene la valentía y la pasión para salir a las calles e intentar alcanzar a las personas para Cristo, ¡Qué hermosos son los pies de los que anuncian la salvación! Aunque debo reconocer que tengo mis dudas acerca de lo efectivo de la predicación a “al aire libre” en las plazas de pequeñas localidades. Como digo admiro a los hermanos de la “caja roja” y otros que hacen este tipo de predicación, aunque nuestro contexto socio-cultural está muy alejado del contexto clásico. Me refiero al ágora donde solía predicar Pablo, en Atenas y otras ciudades. En ésta solía haber un lugar reservado para poder hablar en público de cualquier asunto, la gente lo sabía e iba allí con el propósito de escuchar. Algo así como el “speakers corner”, en Hyde Park. Hoy en día ver a alguien predicando así en una pequeña ciudad española, asusta a la gente en vez de atraerla. De lo que estoy totalmente en contra, y considero éticamente reprobable y una falta de educación (en el mejor de los casos), es el cuestionable “ministerio” de algunos de estos “open-air preachers” que se sitúan a la puerta de iglesias católico-romanas y desde allí increpan a los feligreses a su salida de la misa. ¿Te imaginas a los Testigos de Jehová a la puerta nuestras iglesias?
- ¿Qué pasos o cómo sería el proceso para establecer una iglesia? ¿Cómo afecta el lugar en el que se va a realizar la obra? Si es una pequeña ciudad. ¿Hay alguna cosa específica para tomar en cuenta?
Primeramente, debería haber una iglesia madre que tenga la visión y después de haber orado y ayunado, busque, encuentre a un equipo y lo envíe (Hechos 13:1-3). El equipo si es posible debe constar de más de una pareja y la iglesia madre debe apoyar la plantación con recursos humanos y económicos, al menos los primeros años del proyecto. Es totalmente desaconsejable que una sola familia intente abrir obra por el coste que esto puede suponer. La soledad, la falta de resultados y la frustración que la obra pionera conlleva es necesario compartirla con otros a fin de no quemarse, se necesita en muchas ocasiones otro hombro donde llorar. Es importante estudiar la localidad donde se piensa abrir obra. Se deben tener en cuenta, factores estadísticos y sociológicos, como la edad media, número de extranjeros, nivel social, económico, e incluso cultural. Si es un lugar tradicional o no, etc. Si es una pequeña ciudad, harán falta años para forjarse una reputación como iglesia. En España nos enfrentamos a grandes prejuicios con respecto a los evangélicos. La labor será muy probablemente ardua y lenta. Por lo tanto la paciencia es un requisito “sine qua non” para el obrero.
- ¿Cuáles son los aspectos esenciales a tener en cuenta a la hora de iniciar una obra de plantación? ¿Qué consejos le daría una persona con tu experiencia a alguien que se inicia en este tipo de obra?
Si hubiese alguna familia, hermano/a de la iglesia madre viviendo donde se proyecta abrir obra, o existiese un grupo, aunque pequeño con el que comenzar, ayudaría mucho en los primeros años, al menos el obrero tendría a quién predicar. A parte de esto, lo más importante es que el obrero se sienta llamado a este ministerio, y a poder ser, que haya de parte de la iglesia una confirmación de ese llamado. Si no estás seguro de haber sido llamado, ni siquiera pienses en probar. El obrero pionero debe ser flexible y saber distinguir entre lo esencial y lo accesorio (1 Co. 9:20-23). Paciente para con los que llegan, y perseverante en lo que comienza. Humilde y piadoso, el éxito de la obra no descansa en él, ni en sus proyectos, ni dones, sino en el Señor mismo. Es por esta razón, por la cual la comunión con el Señor de la obra, es más importante que la obra misma. Todo ello sin descuidar a su familia, que es su primer ministerio.
- ¿Cómo se puede evaluar si la obra de plantar una iglesia está resultando exitosa?
Bueno, si consideramos el éxito como algo numérico, evidentemente el número de asistentes sería el marcador. Hace años, no hacía más que escuchar entre mis colegas, que lo importante no era el número, sino la fidelidad. Últimamente el discurso parece haber cambiado, y los números vuelven a ser importantes. Creo que hay que encontrar un equilibrio. Todos queremos crecer, pero no todos crecemos de igual manera, pues el crecimiento lo da el Señor (1 Co. 3:7). Para crecer, es necesario continuar y “no tirar la toalla”, para lo cual son fundamentales la fidelidad y la perseverancia, sin ellas no hay futuro para la obra pionera. Esto significa estar años con pocas personas y aún así no desanimarse hasta el punto de abandonar. Trabajar con ilusión esperando grandes cosas del Señor, aunque no haya señales evidentes de ello. Lo que me cuestiono es si podamos calificar apropiadamente como crecimiento de iglesia, el traspaso de membresia de una iglesia a otra. Me refiero al caso de una iglesia que se pone de moda, por el tipo de alabanza, predicación, u otra cosa, y los jóvenes y no tan jóvenes de la ciudad dejan sus iglesias para congregarse ahora en esta.
Creo que a este fenómeno habría que denominarlo de alguna otra forma, y no como crecimiento de iglesia. Para mí el verdadero crecimiento de iglesia es el producido por nuevas conversiones, y no como resultado de la llegada a la iglesia local de los desencantados, prosélitos doctrinales, pródigos, y otros hermanos que tienen como costumbre no acomodarse por mucho tiempo en una única iglesia local.
- Como pastor, ¿Qué se puede hacer para alentar o motivar a una iglesia a la obra misionera? ¿Darías alguna preparación o enseñanza específica? ¿Recomendarías algún libro específicamente edificante en éste ámbito?
A veces uso el símil de una persona anoréxica que se pasa gran parte del día mirándose a un espejo, y al hacerlo, y a pesar de reducir considerablemente su alimentación se ve siempre con “sobrepeso.” ¿Que quiero decir con esto? El mejor antídoto a la “introspección eclesiástica malsana”, es contemplar los campos listos ya para la siega (Jn. 4:35). Cuando una iglesia pasa más tiempo mirándose así misma que a la misión de predicar el evangelio y reproducirse, se sitúa cada más cerca está del formalismo y la frialdad que producen el estancamiento. En la vida cuando uno deja de crecer, envejece, tras lo cual, el siguiente paso sería la muerte, o un estado vegetativo previo.
Por lo tanto, la Misión no es solo un mandato, un deber, un privilegio, sino también una cuestión de salud, relacionada estrechamente con la vida y la vitalidad de la iglesia misma. En cuanto a la preparación del obrero-pionero no hay nada comparable, con trabajar con alguien que lo haya hecho, o lo está haciendo. La teoría es necesaria, pero lo práctica es indispensable. Recomendaría leer todos los libros que traten este asunto, aunque no compartamos su teología, siempre podemos aprender algo de todos los que trabajan abriendo obra (1 Tes. 5:21).
- Hablando más concretamente del misionero o plantador, ¿Qué carácter y capacidades serían necesarias para el desarrollo de ésta obra, además del llamado del Señor?
Acerca del carácter es importante que no sea una persona introvertida, no sea excesivamente crítico, y no tenga tendencia a la depresión. La obra pionera, necesita todo lo contrario. He visto a algunos hermanos en estos años caer en depresión al no ver resultados, y sentirse fracasados al no ver cumplidas sus expectativas, y las de la misión o iglesia que les enviaba. Desafortunadamente también he podido observar a hermanos que venían a abrir nuevas iglesias como primer apunte en su curriculun. Mi humilde consejo, y creo que lo he mencionado anteriormente, es que si puedes hacer otra cosa, no busques abrir obra nueva. Si pretendes abrir obra como trampolín ministerial, no creo que debas ni siquiera contemplar esta opción. Si te ves a ti mismo como maestro de seminario, escritor, pastor con éxito, si buscas “hacerte un nombre”, “ser alguien”, no cumples con los requisitos.
La obra pionera es todo, menos eso. Sinceramente creo que la obra pionera es absorbente, e implica dedicación casi exclusiva, y no creo que vaya a hacer brillar tu nombre con luces de neón. Creo que es de los trabajos más duros y menos valorados, a no ser que tengas un crecimiento inesperado y te encuentres, claro está, en una gran capital. Si trabajas en una pequeña ciudad, olvídate de la gloria, que por otra parte, solo le pertenece a Dios: “Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís.” (Col. 3:23-24)
Conclusión
La obra de plantación de nuevas iglesias, es por lo tanto, ardua y lenta y requiere de un llamado personal del Señor, acompañado del solo contentamiento del obrero-pionero con su Señor Jesucristo. Además, son necesarias, la paciencia, la perseverancia. La flexibilidad en todo lo accesorio es indispensable, al igual que la firmeza en todo lo esencial. Hay que entender que se trata de establecer un punto de luz en medio de las tinieblas. Al fin y al cabo es una tarea que solo el Señor puede culminar con éxito. Es recomendable, cuando se den las circunstancias hacerlo por medio de un equipo de plantación; pues es demasiada carga que esta tarea recaiga únicamente sobre una sola familia. Nos gloriamos en Jesucristo, nuestro Señor, Él es el más interesado en hacer avanzar su obra, y que nuevas iglesias bíblicas, como la de Almuñécar, sean establecidas por todo el mundo, para alabanza y gloria de su Santo Nombre.
También agradecemos el esfuerzo, dedicación y compromiso de todos aquellos hermanos/as llamados por el Señor para realizar esta labor, como nuestro querido colaborador Xosé Manuel y su esposa Alba.
¡Ánimo la Palabra del Señor corre y no vuelve nunca vacía!
Que gran bendición mi amado hermano estoy iniciando una obra en Bolivia- Santa Cruz y la experiencia es asi. Muchas gracias por compartir su experiencia.
Bendiciones
Querido hermano,
Me alegra muchísimo que estas sencillas reflexiones sobre la obra pionera le hayan sido de ayuda. Así es como yo lo vivo y lo pienso. ¡Ánimo! no es fácil, pero es un enorme privilegio tener la oportunidad de llevar a otros a los pies de Cristo. ¡A Èl sea la gloria, y la honra, por los siglos, de los siglos¡ Amén. Manuel López